PAU LLONCH
 

EL CEC MALGUIAT 
& EL GUÍA MALCRIAT


Estos vinos no están respaldados por ninguna gran bodega. No tienen origen noble, ni denominación de prestigio, ni padrinos que los avalen. Nacen al margen del circuito tradicional, sin normas que los encorseten ni etiquetas que los legitimen. Por eso los hemos conceptualizado como huérfanos: productos solitarios que se han hecho a sí mismos, a contracorriente, como quien aprende a caminar sin que nadie le dé la mano.

La idea nace a partir de El Lazarillo de Tormes, un clásico de la literatura española que retrata a dos personajes —un niño y un ciego— sobreviviendo con ingenio y picardía en un mundo hostil. Así nacen también El Cec Malguiat y El Guía Malcriat, dos vinos que no entienden de caminos marcados, que avanzan por intuición, por testarudez o por necesidad. No piden permiso ni siguen fórmulas heredadas. Tropiezan, aprenden, desconfían y persisten. Cada botella es un acto de resistencia: un recorrido torcido pero decidido hacia su propio destino. 


Para representar a los personajes decidimos alejarnos de lo literal y recurrir a objetos cotidianos cargados de significado. El Lazarillo es una cámara de vigilancia: observa, se adelanta, sobrevive. El ciego es un telefonillo sin cámara: escucha, manda, depende. Esta elección, cruda y urbana, genera una estética underground que contrasta con la limpieza tipográfica de la etiqueta. Esa tensión visual refuerza el carácter de los vinos: independientes, desconfiados, al margen. Igual que sus referentes, no siguen las normas. Por eso la etiqueta solo se puede leer girando la botella en horizontal. Cambiar el ángulo, cambiar las reglas.